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viernes, 18 de abril de 2014

Educación y valores cristianos


El perdón como camino para libertad



Cada año tenemos la oportunidad de encontrar un tiempo en Semana Santa para la reflexión con Dios, en donde podemos revisar nuestro andar en la vida y, además, valorar ciertamente el mensaje de la cruz en las Pascuas. Sencillamente, es disponer nuestro espíritu para celebrar la victoria de Cristo por liberar al mundo de sus pecados con su sacrificio por la humanidad. Con Jesús podemos resucitar acercándonos a Dios con sencillez y perdonando. Sólo el perdón puede tender puentes donde antes había abismos.

Para recorrer ese puente hay que pensarnos mirando al prójimo, desprogramando los mandatos que se filtraron en nuestra psiquis para limitarnos y ponerles cepos al alma. Sin perdón sembramos semillas amargas que bloquean las buenas intenciones y edifican muros infranqueables. 




El ser humano es una compleja maquinaria de emociones, pensamientos, recuerdos e instintos. Para entender algunos mecanismos que se generan en la psiquis y las repercusiones que trae sobre la salud es preciso analizar cómo el rencor y el resentimiento pueden afectar varias áreas de nuestra vida.

Por un lado, la falta de perdón produce raíces de amargura que pueden repercutir en nuestras relaciones interpersonales, en la manera de pensar y enfrentar las dificultades. A la vez, esas emociones encontradas nos empujan a “atarnos” a la persona que sigue en la mira. Esto nos lleva a pensar constantemente en lo que pasó, en lo que el otro dijo o hizo, en las agresiones recibidas y, también, en nuestras reacciones e iras. Este coctel agrio y difícil de digerir nos esclaviza, porque vivimos pendiente de esa situación.

El perdonar es uno de los atributos que distinguen al cristiano, pues es un acto de misericordia y de amor. Ese camino fue iniciado por Jesús, quien en cada hecho mostraba que el perdón abría las puertas del cielo para que desde allí venga mayor luz para entender un asunto. Tal vez, no haya habido acción más sublime que la que se dio en la cruz, cuando Cristo después de haber sido maltratado y torturado le dice a Dios “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Después de semejante acto de benevolencia quién puede atribuirse el lugar de juez para no perdonar a otros o, incluso, no perdonarse uno mismo.
“Porque si perdonáis a los hombres su ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial” 

       Mateo 6: 14

Cuando perdonamos liberamos dos personas, al que nos molestaba y a nosotros mismos. Por ello, el perdón se convierte en el único camino para liberarnos de la esclavitud del rencor y alcanzar la libertad emocional, espiritual y física.


Cuando los senderos del rencor afectan la salud 

El concepto de salud está concebido en función de ciertos patrones biopsicosociales que interactúan en el individuo para alcanzar el equilibrio entre el cuerpo, su psiquis y la capacidad de relacionarse y adaptarse al entorno. 

Algunos estudios realizados por Luskin dan cuenta de que cuando se perdona, la persona comienza a recuperar emociones positivas y, de este modo, tiene una mayor predisposición a sentir esperanza, seguridad y sensaciones de felicidad. Además, “las personas que aprenden a perdonar se vuelven menos ansiosas, sufren menos stress, se deprimen menos y aprenden a valorarse más” (Luskin, 2008:83). Por lo cual, el efecto del perdón sobre la salud física es algo que puede constatarse, según consignan diversas investigaciones hechas en los EEUU.

Un estudio realizado reveló que quienes perdonan a los ofensores, comienzan a tener mejorías en el funcionamientos del sistema cardiovascular y nervioso (Van Oyen 2001). Por el contario, cuando el resentimiento permanece se registran aumentos en la presión arterial y en el ritmo cardíaco. De prolongarse este estado en el tiempo, se podrían generar afecciones en el aparato cardiovascular.

Otra investigación realizada en la Universidad de Tennessee confirmó que el acto de perdonar reduce rápidamente el stress. Si bien estos primeros indicios sobre el perdón no pueden arrojar un resultado definitivo, se está en condiciones de afirmar que influye positivamente sobre el área físico- emocional y en la parte espiritual, pues la persona siente que se alivia de una carga que llevaba todo el tiempo.



Cómo llegar al perdón

Toda circunstancia que consideramos como negativa en su momento puede adquirir otra valoración si nos proponemos realizar una reevaluación de los hechos. Esto implica que debemos ampliar la mirada y el contexto particular en que situó el conflicto. 

Para ello, hay que adoptar una actitud empática para poder ver la realidad y vivencias de la otra persona que la llevaron a actuar de una manera determinada que nos afectó. También, proponernos revisar cómo estábamos emocionalmente y qué esperábamos del otro. Es decir, mirar el asunto desde otros ángulos, ampliar el panorama en que se dio el suceso que creó la discordia y, fundamentalmente, pensar como cristianos. 

Cuando a Jesús le planteaban una controversia para que opinara, siempre se tomaba un momento para responder, y cuando hablaba buscaba un camino para la reconciliación o para la reflexión.  Él sabía muy bien que el perdón traía la restauración completa de la persona, porque se reconciliaba con Dios y consigo mismo. Ese paso adelante le permitía también el reencuentro con su prójimo. 

En Cristo está el verdadero camino de la libertad, porque vivió y padeció por nosotros para enseñarnos que cada persona es valiosa para Dios. En el Salmo 103:3 lo vemos con claridad: “Él es quien perdona todas tus iniquidades. El que sana todas tus dolencias”

Jesús no vino al mundo para ser juez sino para salvarnos. Si valoramos su obra y sus enseñanzas podremos dar el primer paso: perdonarnos a nosotros mismos. Una vez que lo logramos, tendremos la visión más despejada para poder perdonar a los demás.

Para los que todavía no creen o no tuvieron la oportunidad de encontrase con Jesús, pueden mirar su vida desde la perspectiva histórica, puesto que la Biblia es un libro que relata hechos que sucedieron verdaderamente. Si no fuera así, los romanos no hubieran perseguido a los cristianos. También desde el razonamiento histórico se puede llegar a la fe.

El amor del que habla Jesús excede todo conocimiento humano, nos enseñó a orar con el padrenuestro, que es un himno a la reconciliación con la humanidad y en cual decimos “Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. En las Escrituras encontramos muchas enseñanzas acerca del perdón: “perdonad setenta veces siete”, “no devuelvas mal por mal, ni injuria por injuria, sino retribuye con bendiciones, pues heredarás una bendición”.

Cuando el cristiano busca el perdón, lo hace también para que el otro encuentre su paz. Así, el hombre se reencuentra a sí mismo, se siente digno por su buen obrar, al tiempo que enaltece la obra de Cristo al aplicar sus principios.




El coraje de perdonar

En una época donde la violencia y las injusticias parecen instalarse en algunas sociedades, se requiere de mucho coraje para perdonar. Para lograrlo, debemos hacer un aprendizaje que parte de nuestras propias experiencias de vida y a partir de la Palabra de Dios como referencia necesaria.

Para algunos, hablar de misericordia les podría resultar ridículo cuando el mundo es cada vez más inhumano y avasallador. Los últimos siglos han teñido la historia de sangre inocente con revoluciones, guerras y dictaduras. Y en todas ellas la primera víctima fue la verdad, porque ante la pregunta de por qué Dios permitió eso, deberíamos reflexionar y ver que la crisis moral del hombre lo llevó a perder de vista los valores cristianos que ponen al prójimo en primer lugar. El hombre es la única especie que es capaz de aniquilarse a sí misma, porque sin Dios es incapaz de valorar la vida del prójimo, los genocidios y la bomba nuclear son nefastos ejemplos de ello.

  

La Madre Teresa de Calcuta imaginó y transitó su vida por un sendero de misericordia y perdón 


Muchas familiares de aquellas víctimas tuvieron que buscar respuestas en la justicia, que es necesaria, pero insuficientes para acallar el dolor de las pérdidas. Para ellos, sólo les queda un camino: encontrar coraje para perdonar y poder ser libres de esa pesada carga.

El sacerdote y profesor de teología moral Gaspar Mora Bartres sostiene “que el cristiano perdona porque ha sido antes perdonado por Dios (…) Saberse ya perdonado es el único clima que hace capaz al hombre de dar estos dos pasos; entender al que hace el mal y aceptar las propias negatividades, sin negarlas”.

Luego agregará: “Situemos el mensaje cristiano sobre el amor que perdona. No es sólo una palabra propuesta a unas personas que sufren. Es la revelación de Dios Padre a una humanidad marcada por el odio, la confrontación y la venganza, hace dos mil años, y hoy también (…) Dios revela su llamada a un amor que perdona, no para paliar sino para resolver, como salvación de nuestra violencia humana por caminos de paz y de reconciliación”.



La paz social requiere del perdón

No hace falta ser historiador para entender algunos yerros de nuestra sociedad que vienen de arrastre por los abusos de poder, corrupción y persecuciones. Esas inequidades han generado exclusión y pobreza, entre otros perjuicios. Para borrar ese pasado que no suma hay que perdonar y pedir perdón para empezar de nuevo. Tal vez, sea el momento de revisar las cuentas para que quienes estuvieron en la cima del poder pongan el pie en el freno y observen la calidad de vida que lleva su gente. Luego, sería sensato que analicen cuánta responsabilidad les cabe a ellos en esa historia. Después del mea culpa, debería aparecer el tiempo de pedir perdón a la gente, porque lo necesitan para poder soñar con algún horizonte creíble. Sólo así podremos intentar tejer nuevos lazos que recompongan la paz social.

Los argentinos debemos recuperar el orgullo de ser honestos. Para lograrlo, hay que pasar inevitablemente por el camino de la autocrítica y el perdón. La paz social es necesaria para que crezcamos como pueblo. Sin ella, seguiremos dando vueltas en círculos buscando culpables y ensañándonos en inútiles venganzas que sólo pueden llevar a un callejón sin salida.

Por otra parte, muchos jóvenes caen en el desencanto que plantea esta posmodernidad que ha embalsamado los grandes proyectos y utopías que empujaban a la humanidad para hacerla mejor. Por ello, nuestros hijos no parten de cero, son el fruto de nuestra zigzagueante historia. Debemos pedirles perdón a ellos por la sociedad que construimos y alentarlos a que asuman el compromiso de mejorarla con otros valores.

El gran desafío será, entonces, reconocer los males de nuestra época y abrazar la idea de que sin misericordia caminamos hacia la autodestrucción.

Es tiempo de volver a las fuentes que hicieron crecer a la civilización reconociendo los valores cristianos que la cimentaron. Cuando Jesús dijo “Yo soy el camino, la verdad y la vida” estaba indicándonos la fórmula para convivir en paz unos con otros.

El teólogo Gaspar Mora Bartres lo resume así: “La experiencia cristiana entiende que quien busca la luz sobre la vida, la encuentra; y que toda luz auténtica es reflejo del Evangelio de Jesús”. 

Cuando se trata de perdonar, no importa tanto el camino sino el resultado, porque siempre traerá luz sobre muchas vidas.
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”

                                                     Efesios 4:32
 





  

Reflexiones

·         Perdonar no es olvidar, sino es una manera de abandonar nuestro pasado doloroso y encaminarnos a nuestro futuro.

·         Perdonar es soltar un prisionero de adentro de nuestro y descubrir que el prisionero éramos nosotros mismos.

·         Perdonar es renunciar a nuestro derecho a la venganza y dejar eso en las manos de Dios.

·         Perdonar es algo que hacemos por nosotros mismos para mejorar la calidad de vida.

·         Nadie puede estar al mismo tiempo en el presente y en el pasado, ni siquiera lo logra al intentar entender lo sucedido.

·         Cuando perdonamos podemos darnos permiso para sentirnos mejores personas.



 
Walter Calabrese
* Lic. en Comunicación social / Analista Internacional

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