El perdón como camino para libertad
Cada año tenemos la
oportunidad de encontrar un tiempo en Semana Santa para la reflexión con Dios,
en donde podemos revisar nuestro andar en la vida y, además, valorar
ciertamente el mensaje de la cruz en las Pascuas. Sencillamente, es disponer
nuestro espíritu para celebrar la victoria de Cristo por liberar al mundo de
sus pecados con su sacrificio por la humanidad. Con Jesús podemos resucitar acercándonos
a Dios con sencillez y perdonando. Sólo el perdón puede tender puentes donde
antes había abismos.
Para recorrer ese
puente hay que pensarnos mirando al prójimo, desprogramando los mandatos que se
filtraron en nuestra psiquis para limitarnos y ponerles cepos al alma. Sin perdón
sembramos semillas amargas que bloquean las buenas intenciones y edifican muros
infranqueables.
El ser humano es una
compleja maquinaria de emociones, pensamientos, recuerdos e instintos. Para
entender algunos mecanismos que se generan en la psiquis y las repercusiones
que trae sobre la salud es preciso analizar cómo el rencor y el resentimiento
pueden afectar varias áreas de nuestra vida.
Por un lado, la falta
de perdón produce raíces de amargura que pueden repercutir en nuestras
relaciones interpersonales, en la manera de pensar y enfrentar las
dificultades. A la vez, esas emociones encontradas nos empujan a “atarnos” a la
persona que sigue en la mira. Esto nos lleva a pensar constantemente en lo que
pasó, en lo que el otro dijo o hizo, en las agresiones recibidas y, también, en
nuestras reacciones e iras. Este coctel agrio y difícil de digerir nos esclaviza, porque vivimos pendiente de
esa situación.
El perdonar es uno de
los atributos que distinguen al cristiano, pues es un acto de misericordia y de
amor. Ese camino fue iniciado por Jesús, quien en cada hecho mostraba que el
perdón abría las puertas del cielo para que desde allí venga mayor luz para
entender un asunto. Tal vez, no haya habido acción más sublime que la que se
dio en la cruz, cuando Cristo después de haber sido maltratado y torturado le
dice a Dios “Padre, perdónalos, porque
no saben lo que hacen”. Después de semejante acto de benevolencia quién
puede atribuirse el lugar de juez para no perdonar a otros o, incluso, no
perdonarse uno mismo.
“Porque si perdonáis a los hombres su ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial”
Mateo
6: 14
Cuando perdonamos
liberamos dos personas, al que nos molestaba y a nosotros mismos. Por ello, el
perdón se convierte en el único camino para liberarnos de la esclavitud del
rencor y alcanzar la libertad emocional, espiritual y física.
Cuando los senderos del rencor afectan la salud
El concepto de salud
está concebido en función de ciertos patrones biopsicosociales que interactúan
en el individuo para alcanzar el equilibrio entre el cuerpo, su psiquis y la
capacidad de relacionarse y adaptarse al entorno.
Algunos estudios
realizados por Luskin dan cuenta de que cuando se perdona, la persona comienza
a recuperar emociones positivas y, de este modo, tiene una mayor predisposición
a sentir esperanza, seguridad y sensaciones de felicidad. Además, “las personas
que aprenden a perdonar se vuelven menos ansiosas, sufren menos stress, se
deprimen menos y aprenden a valorarse más” (Luskin, 2008:83). Por lo cual, el
efecto del perdón sobre la salud física es algo que puede constatarse, según
consignan diversas investigaciones hechas en los EEUU.
Un estudio realizado
reveló que quienes perdonan a los ofensores, comienzan a tener mejorías en el
funcionamientos del sistema cardiovascular y nervioso (Van Oyen 2001). Por el
contario, cuando el resentimiento permanece se registran aumentos en la presión
arterial y en el ritmo cardíaco. De prolongarse este estado en el tiempo, se podrían
generar afecciones en el aparato cardiovascular.
Otra investigación
realizada en la Universidad de Tennessee confirmó que el acto de perdonar
reduce rápidamente el stress. Si bien estos primeros indicios sobre el perdón
no pueden arrojar un resultado definitivo, se está en condiciones de afirmar
que influye positivamente sobre el área físico- emocional y en la parte
espiritual, pues la persona siente que se alivia de una carga que llevaba todo
el tiempo.
Cómo llegar al perdón
Toda circunstancia que
consideramos como negativa en su momento puede adquirir otra valoración si nos
proponemos realizar una reevaluación de los hechos. Esto implica que debemos
ampliar la mirada y el contexto particular en que situó el conflicto.
Para ello, hay que
adoptar una actitud empática para poder ver la realidad y vivencias de la otra
persona que la llevaron a actuar de una manera determinada que nos afectó.
También, proponernos revisar cómo estábamos emocionalmente y qué esperábamos
del otro. Es decir, mirar el asunto desde otros ángulos, ampliar el panorama en
que se dio el suceso que creó la discordia y, fundamentalmente, pensar como
cristianos.
Cuando a Jesús le
planteaban una controversia para que opinara, siempre se tomaba un momento para
responder, y cuando hablaba buscaba un camino para la reconciliación o para la
reflexión. Él sabía muy bien que el
perdón traía la restauración completa de la persona, porque se reconciliaba con
Dios y consigo mismo. Ese paso adelante le permitía también el reencuentro con
su prójimo.
En Cristo está el
verdadero camino de la libertad, porque vivió y padeció por nosotros para
enseñarnos que cada persona es valiosa para Dios. En el Salmo 103:3 lo vemos
con claridad: “Él es quien perdona todas
tus iniquidades. El que sana todas tus dolencias”
Jesús no vino al mundo
para ser juez sino para salvarnos. Si valoramos su obra y sus enseñanzas
podremos dar el primer paso: perdonarnos a nosotros mismos. Una vez que lo
logramos, tendremos la visión más despejada para poder perdonar a los demás.
Para los que todavía no
creen o no tuvieron la oportunidad de encontrase con Jesús, pueden mirar su
vida desde la perspectiva histórica, puesto que la Biblia es un libro que
relata hechos que sucedieron verdaderamente. Si no fuera así, los romanos no
hubieran perseguido a los cristianos. También desde el razonamiento histórico
se puede llegar a la fe.
El amor del que habla Jesús excede todo conocimiento
humano, nos enseñó a orar con
el padrenuestro, que es un himno a la reconciliación con la humanidad y en cual
decimos “Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos
ofenden”. En las Escrituras encontramos muchas enseñanzas acerca del perdón:
“perdonad setenta veces siete”, “no devuelvas mal por mal, ni injuria por
injuria, sino retribuye con bendiciones, pues heredarás una bendición”.
Cuando el cristiano
busca el perdón, lo hace también para que el otro encuentre su paz. Así, el
hombre se reencuentra a sí mismo, se siente digno por su buen obrar, al tiempo
que enaltece la obra de Cristo al aplicar sus principios.
El coraje de perdonar
En una época donde la
violencia y las injusticias parecen instalarse en algunas sociedades, se
requiere de mucho coraje para perdonar. Para lograrlo, debemos hacer un
aprendizaje que parte de nuestras propias experiencias de vida y a partir de la
Palabra de Dios como referencia necesaria.
Para algunos, hablar de
misericordia les podría resultar ridículo cuando el mundo es cada vez más
inhumano y avasallador. Los últimos siglos han teñido la historia de sangre
inocente con revoluciones, guerras y dictaduras. Y en todas ellas la primera víctima fue la verdad,
porque ante la pregunta de por qué Dios permitió eso, deberíamos reflexionar y
ver que la crisis moral del hombre lo llevó a perder de vista los valores
cristianos que ponen al prójimo en primer lugar. El hombre es la única especie
que es capaz de aniquilarse a sí misma, porque sin Dios es incapaz de valorar
la vida del prójimo, los genocidios y la bomba nuclear son nefastos ejemplos de
ello.
La Madre Teresa de
Calcuta imaginó y transitó su vida por un sendero de misericordia y perdón
Muchas familiares de
aquellas víctimas tuvieron que buscar respuestas en la justicia, que es
necesaria, pero insuficientes para acallar el dolor de las pérdidas. Para
ellos, sólo les queda un camino: encontrar coraje para perdonar y poder ser
libres de esa pesada carga.
El sacerdote y profesor
de teología moral Gaspar Mora Bartres sostiene “que el cristiano perdona porque
ha sido antes perdonado por Dios (…) Saberse ya perdonado es el único clima que
hace capaz al hombre de dar estos dos pasos; entender al que hace el mal y
aceptar las propias negatividades, sin negarlas”.
Luego agregará:
“Situemos el mensaje cristiano sobre el amor que perdona. No es sólo una
palabra propuesta a unas personas que sufren. Es la revelación de Dios Padre a
una humanidad marcada por el odio, la confrontación y la venganza, hace dos mil
años, y hoy también (…) Dios revela su llamada a un amor que perdona, no para
paliar sino para resolver, como salvación de nuestra violencia humana por
caminos de paz y de reconciliación”.
La paz social requiere del perdón
No hace falta ser
historiador para entender algunos yerros de nuestra sociedad que vienen de
arrastre por los abusos de poder, corrupción y persecuciones. Esas inequidades
han generado exclusión y pobreza, entre otros perjuicios. Para borrar ese
pasado que no suma hay que perdonar y pedir perdón para empezar de nuevo. Tal
vez, sea el momento de revisar las cuentas para que quienes estuvieron en la
cima del poder pongan el pie en el freno y observen la calidad de vida que
lleva su gente. Luego, sería sensato que analicen cuánta responsabilidad les
cabe a ellos en esa historia. Después del mea culpa, debería aparecer el tiempo
de pedir perdón a la gente, porque lo necesitan para poder soñar con algún
horizonte creíble. Sólo así podremos intentar tejer nuevos lazos que
recompongan la paz social.
Los argentinos debemos recuperar el orgullo de ser
honestos. Para lograrlo, hay
que pasar inevitablemente por el camino de la autocrítica y el perdón. La paz
social es necesaria para que crezcamos como pueblo. Sin ella, seguiremos dando
vueltas en círculos buscando culpables y ensañándonos en inútiles venganzas que
sólo pueden llevar a un callejón sin salida.
Por otra parte, muchos
jóvenes caen en el desencanto que plantea esta posmodernidad que ha embalsamado
los grandes proyectos y utopías que empujaban a la humanidad para hacerla
mejor. Por ello, nuestros hijos no parten de cero, son el fruto de nuestra
zigzagueante historia. Debemos pedirles perdón a ellos por la sociedad que
construimos y alentarlos a que asuman el compromiso de mejorarla con otros
valores.
El gran desafío será,
entonces, reconocer los males de nuestra época y abrazar la idea de que sin
misericordia caminamos hacia la autodestrucción.
Es tiempo de volver a
las fuentes que hicieron crecer a la civilización reconociendo los valores
cristianos que la cimentaron. Cuando Jesús dijo “Yo soy el camino, la verdad y
la vida” estaba indicándonos la fórmula para convivir en paz unos con otros.
El teólogo Gaspar Mora
Bartres lo resume así: “La experiencia cristiana entiende que quien busca la
luz sobre la vida, la encuentra; y que toda luz auténtica es reflejo del
Evangelio de Jesús”.
Cuando se trata de perdonar, no
importa tanto el camino sino el resultado, porque siempre traerá luz sobre
muchas vidas.
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos,
perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”
Efesios 4:32
Reflexiones
·
Perdonar no es olvidar, sino es una manera de
abandonar nuestro pasado doloroso y encaminarnos a nuestro futuro.
·
Perdonar es soltar un prisionero de adentro de
nuestro y descubrir que el prisionero éramos nosotros mismos.
·
Perdonar es renunciar a nuestro derecho a la
venganza y dejar eso en las manos de Dios.
·
Perdonar es algo que hacemos por nosotros mismos
para mejorar la calidad de vida.
·
Nadie puede estar al mismo tiempo en el presente y
en el pasado, ni siquiera lo logra al intentar entender lo sucedido.
·
Cuando perdonamos podemos darnos permiso para
sentirnos mejores
personas.
Walter Calabrese
*
Lic. en Comunicación social / Analista Internacional
Todos los derechos reservados Infografía Política 2011
Se permite la reproducción parcial o total de los contenidos sólo citando la fuente
Todos los derechos reservados Infografía Política 2011
Se permite la reproducción parcial o total de los contenidos sólo citando la fuente