Jugaron
cada pelota como la última, rasparon cuando había que imponer
respeto, derrocharon garra, sudaron hasta la última gota de energía
en una final difícil. El pueblo argentino se abrazó a esa mística
guerrera que el equipo supo construir en cada partido.
Estuvimos
a pocos minutos de la gloria, no se pudo por el cansancio, por las
lesiones de arrastre y la falta de precisión para convertir, pero sí
alcanzamos la autoridad dentro del campo de juego para dar la talla
en una final de un mundial. Fueron gladiadores que dejaron la piel en
la cancha, dieron todo lo que tenían y eso es irreprochable, no
admite discrepancias. No llegó el título, pero se vistió la
camiseta argentina con honor y dignidad, elevó a la estima de la
gente, agigantó los sueños, silenció las voces críticas que
señalaban filosamente.
De
pie señores, la selección se plantó en el Maracaná contra la
máquina alemana y estuvo a centímetros de la victoria. Nunca
bajaron los brazos a pesar del cansancio que habían producido los
alargues, siempre con el corazón, luchando con el alma. Esa
huella que dejaron en el césped deja un buen camino para los que
seguirán rumbo a Rusia 2018.
Fueron
un equipo, un grupo que se solidarizó dentro y fuera del campo de
juego, como leones salieron a cazar las fieras, con un caudillo que
levantaba la bandera en cada batalla para marcarles el camino.
Mascherano fue el símbolo y el estandarte de esta selección que se
metió de lleno en el corazón de la gente.
Gracias
muchachos por todo lo que dieron!